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En moto acuática siguiendo los pasos de Balboa

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Álvaro de Marichalar dedica al menos tres meses al año a su gran afición: las expediciones marinas. Y es en moto acuática como enfrenta cada una de sus hazañas.

A lo largo de los últimos 32 años dice haber trazado en el mar más de 60 mil kilómetros. Su última aventura lo ha traído a Panamá. No es la primera vez que arriba el país,  ya lo hizo en el año 2000 cuando unió los dos océanos: Pacífico y Atlántico a través del canal.

En esta ocasión, sigue los pasos de Vasco Núñez de Balboa, el primer europeo que vio el mar del Sur, coincidiendo con el V centenario del avistamiento. Esta vez ha  recorrido 4 mil 700 kilómetros durante 34 días y ha pasado por Estados Unidos, Cuba, México, Belice, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Costa Rica.

De espíritu aventurero, De Marichalar transmite energía en la conversación, la misma con la que dice enfrentar cada uno de los retos de su vida.

-          Pero, ¿qué similitudes guarda la expedición de Balboa con la de Álvaro de Marichalar?

“Mi expedición se parece a la expedición de Balboa en que los dos vamos con miedo”. Y De Marichalar compara su miedo con el de cualquier ciudadano en su quehacer diario. “Cada minuto de cada hora, o cada hora de cada día todo es nuevo, todo es una aventura y hay que estar firme en el objetivo, en el sueño, en la meta”.

La clave está en la concentración. “Hay que pensar menos en los peligros y pensar mucho en las soluciones”.

Pero para Marichalar, cada miedo esconde una oportunidad. Cuenta cómo muchas noches duerme a la deriva en su moto, lo que la convierte en “el hotel más pequeño del mundo, pero de más de estrellas del mundo”. Mientras, el 100% del tiempo, navega de pie, “el cuerpo amortigua mejor los golpes del mar así”.

Su vehículo, bautizado “Numancia”, lo compara con el tamaño de un delfín, de 2.5 metros de eslora. Con Numancia ha batido todos los récords. En el año 2002 cruzó en solitario el océano Atlántico.

Su espíritu incansable lo ha llevado a dar ya dos vueltas al mundo. Suele hacer paradas en la costa cada cinco horas para repostar combustible, agua o comida. Recuerda que el mar más difícil fue el mar de China, entonces cubría el trayecto entre Hong Kong y Tokio.

Antes de cada expedición, De Marichalar se prepara a conciencia. “La preparación es bastante intensa y lo más importante es preparar la mente. Hay que estar convencido de que lo que vas a hacer merece la pena”.

¿Su motivación?: transmitir valores. “El valor del arrojo, de la unidad de culturas, de vida sana, el valor de la honestidad, el valor de ponerse en pie. No se puede quedar uno de rodillas ante nadie y menos antes el miedo y eso es lo que intento transmitir”.

De ahí, que en algunos puntos, el deportista intervenga en charlas donde contagia  sus aptitudes al público. Precisamente, hoy lunes 3 de febrero, tiene un conservatorio en la Universidad de Panamá, donde compartirá su experiencia con los estudiantes.

En el año 79, siendo él estudiante, descubrió su afición por este deporte. “La primera embarcación que tuve de estas características fue en San Sebastián en el año 79, luego me empecé a aficionar cuando era estudiante en Florida. Desde el 82 hasta hoy no lo he dejado”.

Aunque no se dedica todo el año a sus rutas oceánicas, compagina su entrenamiento con sus empresas: una inmobiliaria ubicada en Moscú  y otra de reciclaje de celulares. Afirma, que es del mar de dónde saca la energía suficiente para el resto del año.

El tatarabuelo de Álvaro, Francisco Miguel de Marichalar, también emprendió una expedición, desde Perú hasta Ciudad de Panamá en 1741. “Llegó justo dos días después de que el pirata Morgan arrasara la ciudad”. Su misión consistió en levantar la ciudad siendo nombrado gobernador de Panamá. “Mi alma está unida a Panamá”, dice.


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